lunes, 22 de mayo de 2017

Sentimientos de inferioridad

En 1910 Adler se adentró al reino de la psicología al observar que la compensación y la sobrecompensación pueden orientarse no sólo hacia las inferioridades físicas, sino también hacia las psicológicas. Adler señaló que todos los seres humanos inician su existencia dependiendo completamente de los demás para su supervivencia y, por lo tanto, desarrollan sentimientos de inferioridad o debilidad. Tales sentimientos los motivan, primero en la infancia y luego en la vida adulta, a desarrollar poder para sobreponerse a ellos. En sus primeros planteamientos teóricos, Adler hacía énfasis en la consecución del poder como medio para superar los sentimientos de inferioridad; más adelante sugirió que las personas se esfuerzan por alcanzar la perfección o la superioridad con el propósito de sobreponerse a esos sentimientos.

Aunque los sentimientos de inferioridad motivan todo el crecimiento personal y, por lo tanto, son positivos, en algunos casos pueden también incapacitar. Esto ocurre cuando las personas se sienten tan abrumadas por ellos que sus logros sólo serán menores o inexistentes; en esta situación se dice que el individuo tiene un complejo de inferioridad. Por consiguiente, los sentimientos de inferioridad pueden actuar como un estímulo para el crecimiento positivo o como una fuerza que invalida; todo depende de la actitud que se tenga hacia ellos.

Percepciones del mundo, metas ficticias y estilos de vida

La percepción del mundo que tenga una persona se desarrolla a partir de sus primeras experiencias infantiles. Dependiendo de la naturaleza de dichas experiencias, por ejemplo, es posible que le niño lo perciba como un lugar peligroso y lleno de maldad, o como un sitio seguro y pletórico de amor. Así, la primera creación de significado en la vida del individuo es la que corresponde a la percepción del mundo. Una vez que ésta se desarrolla, el niño pone bajo consideración cómo vivirá en el mundo que ha percibido, El infante comienza a planear su futuro creando lo que Adler llamó en diversas ocasiones "finalismos ficticios", "autoideales de dirección", o "ficciones directrices". Con estos apelativos se hace referencia a las metas futuras del niño, razonables en función de su percepción del mundo. Si su percepción del mundo es positiva, quizá el niño intente involucrarse con él planeando convertirse en médico, profesor, artista o científico, por ejemplo. Si su perspectiva del mundo es negativa, tal vez se incline a planear una vida de delincuencia y destrucción.

De la percepción del mundo se derivan las ficciones directrices (metas futuras), y de éstas surge un estilo de vida. En primer lugar, el estilo de vida abarca las actividades  que se realizan cotidianamente en la persecución de las metas personales. Sin embargo, el estilo de vida del individuo también determina en cuáles aspectos de la existencia se hace hincapié y cómo, en qué se pone atención y qué se desconoce, y cómo se resuelven los problemas.

De acuerdo con Adler, para que un estilo de vida sea realmente eficaz es preciso que incluya un interés social considerable. En otras palabras, una parte de la meta debe involucrar el trabajo en pro de una sociedad capaz de proporcionar una mejor vida para todos. Adler calificó de estilo de vida equivocado cualquiera de ellos que carezca del adecuado interés social. Debido a que las personas neuróticas por lo común tienen un estilo de vida equivocado, la labor del psicoterapeuta consiste en reemplazarlo por otro que incluya una cantidad saludable de interés social.

El self (sí mismo) creativo  

Adler se aparta radicalmente de las teorías de Freud y Jung al afirmar que los seres humanos no son víctimas de su entorno ni de la herencia biológica. Aunque ambos factores proveen la materia prima que conforma la personalidad, el individuo es libre de ordenar dichos materiales de la manera que desee. Por ejemplo, es cuestión personal si los sentimientos de inferioridad facilitan u obstaculizan el crecimiento. Y, si bien es posible que la vida carezca de sentido en sí misma, somos libres de inventarle cualquier significado y después actuar "como si" fuera cierto. Este concepto del self (sí mismo) creativo alineó a Adler con la creencia existencial de que los seres humanos son libres de elegir su propio destino.

Al enunciar su concepto del self (sí mismo) creativo, Adler rechazó el fundamento mismo del psicoanálisis freudiano: los recuerdos reprimidos de experiencias traumáticas. Adler afirmó: "No sufrimos el impacto de [las experiencias traumáticas]; extraemos de ellas lo que mejor se ajusta a nuestros propósitos". Una vez que el individuo ha creado una percepción del mundo, unas metas finales y un estilo de vida, interpretará todas sus experiencias a partir de ellos. Estas creaciones, que constituyen los componentes básicos de la personalidad, permiten que únicamente algunas experiencias sean comprendidas. Desde la perspectiva de Adler, las experiencias pueden ser asimiladas aunque no se les comprenda. Para él, lo que Freud y otros especialistas denominaban inconsciente se refiere tan sólo a aquello que no se comprende.

Por consiguiente, aunque Adler fue uno de los primeros miembros del círculo íntimo de Freud, la teoría que desarrolló tiene muy poco - si acaso - en común con el psicoanálisis. A diferencia de ésta, la teoría de Adler hace énfasis en la mente consciente, social, más que hacerlo en las motivaciones sexuales y el libre albedrío. Buena parte del pensamiento de Adler emergería más adelante en teorías como las de Rollo May, George Kelly, Carl Rogers y Abraham Maslow.







Hergenhahn, B.R. (2011) Introducción a la historia de la psicología, Cd. De México, México, Sexta Edición, pp. 594-595.

1 comentario:

  1. Me parece buena la comparativa entre la mente adulta y la de la niñez, muy interesante. Muy bien!

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